Aranjuez. La princesa y el croisant gigante.

Mi impresora eligió mal día para morir. O tal vez yo, elegí mal día para imprimir. El ultimo día de plazo…

De camino me alcanzo la lluvia y los nervios y la incapacidad verbal mi atuendo en toda la velada. Sus ojos verdes podían clavarse cual flecha certera en tu alma, eclipsar su belleza a la de una princesa de las que narran los cuentos infantiles o hacer enmudecer al poeta mas elocuente. Sus cabellos derramaban improvisados tirabuzones sobre sus hombros y su boca era el fuego que necesitas en invierno y el hielo salvador en una calurosa tarde de verano.

Intente no parecer patético, mas el camino hacia mi cabeza estaba cerrado y dos bigardos flanqueaban la entrada. Mi estómago, igualmente cerrado. Si no que se lo digan a aquel croisant vegetal XXL. Me tuvieron que ayudar a terminar eso y la mayoría de mis frases.

No entregue la carta ni las flores. Aquella muchacha ya tenia su peli, patatas y refresco para las tardes de los sábados; y su diván; y su ajuar; y… en definitiva, el futuro que quería para sí. Y, además creo que lo que menos necesitaba era un Indiana Jones ido a menos, como yo. Por eso deje las cosas en su sitio. Es lo mejor que se puede hacer en estos casos. El resto se lo dejo al tiempo y al viento. Suelen poner siempre las cosas en su sitio. 😉

Salamanca

Otro sitio de gente noble y sonrisas al viento. Se me ocurrió ir con la vergüenza de la primera vez (aunque no era la primera) y la seguridad que dan los amigos en terreno conocido. Y allí conocí a Pepe y a Shino. Sin recordar que previamente había estado, esta vez de la mano del dueño, regresé al museo de coches antiguos. Ricardo andaba con prisas aquella tarde, y Tito y Ele pasaron buena parte del tiempo dormitando. El katrina no fue el huracán responsable de tal cansancio. Más bien fue el huracán Angelita.

Bueno, por lo menos fuimos a una tienda con solera, de las de toda la vida en España, a por una paellera que nos comimos juntos en el salon comedor despacho sala de juntas y otros menesteres de Pepe y Shino. Y paseamos por la ciudad. Y comimos otro día de maravilla en el claustro de la universidad, precios de estudiante que disfrutan los acaudalados profesores.

Ir con Tito por Salamanca es como ir con el rey de visita oficial. Tito conoce al 98% de la población salmantina. El camarero estuvo con Tito dando un curso de expertos en vinos hace algunos años y al recordarselo nos invitó el muchacho a una botella de buen sangre de toro, reservada para ocasiones especiales. Mientras comíamos llamaron de una empresa de seguridad para darle las gracias por su labor y para pedirle permiso para usar un proyecto que desarrolló para ellos de forma totalmente desinteresada. Y al salir, conocía también a la vigilante del recinto con la que charló durante un tiempo.

Cada esquina, cada callejuela, cada plaza, rincón o parque de esta ciudad tiene un «te acuerdas cuando…» que se dedican mutuamente Pepe y Tito entre risas, carcajadas limpias o apretando los labios en asentir de sus cabezas, que miran al horizonte atravesando la barra de madera maciza en aquel té, como añorando recuerdos de tiempos felices, de infancia, tardes al sol y camisas al viento. Renacen de nuevo historias de piratas que escucho con atención, atónito ante tanta información, tan inverosímil, tan fotográfica y a la vez tan alocada. Dos jinetes sobre aquellas motos que se dejaban la piel sobre el asfalto mientras cruzaban por la adolescencia de camino a Felicidad (provincia de La Buena Vida).

Y hubo tiempo para que Elena fuese la prima guapa de Malagón (que nunca tuve, por cierto) en aquel gimnasio para pijos que desgraciadamente no tenía toallas para uso común. Jejeje… Y también hubo tiempo para que Tito pusiese mi preciado hígado a la altura del paladar a fin de degustar su sabor inconfundible en una carrera por el infierno, el río, la universidad.

Y el domingo de este finde que dio para tantas y tantas cosas perdí la noción del tiempo y salí tardísimo de vuelta a casa. Que me perdonen los bienaventurados.

el café dormido

la muralla se presenta majestuosa tras los cristales, que en esta ocasión no dieron tregua al ladrillo. Vidrio desde el suelo hasta el techo para que la luz juegue a ser libre en este espacio minimalista o diáfano.

El centro de exposiciones recién inaugurado en Ávila deja un espacio abierto a la cultura, a la reunión, al diálogo.

Conversación y conspiración se cuelan entre sorbitos de una taza de café caliente. Se desliza el verso entre las corrientes y remolinos que se forman por los hielos y el limón de un vaso de tubo. Traición en forma de mancha en alguna camisa. Homenaje al bebedor confiado. Líquido que se escapa por la comisura de los labios del pecado, sin destino, ni rumbo, ni bandera.

Y quiere la noche sorprender al incauto y dejar que la compañía y la conversación se extingan, cual hoguera, en pro de la imaginación y prosa de un individuo sin pluma ni tintero, sin vocación ni formación, ni destreza ni sombrero. Enamorado del camino de la vida. Romántico por fascículos coleccionables al que sólo las ganas y la sinrazón lo animan y empujan al más estrepitoso de los ridículos (sin que le importe). Allí donde no cabe la vergüenza siempre crecen los árboles que nos dan sombra en verano.

Y si la risa irrumpe, socarrona o no, o en forma de carcajada anónima y perversa, guarde y dé Dios salud por muchos lustros a los ilustres, pues bien es sabido que la risa alarga la vida… incluso a los ateos más fervientes.

En invierno a falta de flores… preservativos de colores.

Parece que el invierno esta vez va en serio. Esta mañana nos sorprendió la nieve a los que no nos gusta que la información meteorológica nos joda las sorpresas.

Antes al trabajo, caminar como si hubiesen pasado cuarenta años y el reuma fuese nuestra mochila y entrañas. Cuidando cada paso como si de cristal fuesen nuestros huesos.

Cuidado con las caidas y con navegar por internet con la ventana abierta.

cuadernillos bruño nº 10

…recuerdo que ese martes no había pegado ojo. Era el último de una serie de días de insomnio programados. Era el último capitulo de la serie murcielagos a la caza del mosquito tigre.

La mañana empezó accidentada. Casi atropellan a un ser inerte y sin rumbo fijo y los únicos besos que sonaron en un principio, fueron los de dos coches en un semáforo. No aparecía, así que me aseguré un sitio al sol para esperar a la artista.

La artista tiene la frescura y belleza que da la juventud y un baúl con cientos de cosas interesantes. En su interior hay poemas, hay fragmentos, hay electricidad, magnetismo, en sus manos las marcas de su pasión por plasmar todo aquello que atrapa cuando sueña despierta o dormida.

En la escuela los artistas aprenden las técnicas que les permitirán dejar fluir el magma que llevan dentro, atraparlo o liberarlo, según se mire, para el deleite de todos o el suyo propio. Lo que quiero decir es que ya son artistas cuando llegan, cuando nacen, allí sólo aprenden a volar (requisito ante el que muchos seres son irreductibles, jejeje) a manejar complejas, antiguas y bellas técnicas de comunicación visual, sobre todo visual.

hubo al principio miedo, vergüenza, admiración y preguntas. Después risas, confesiones, albariño y raciones de bichitos marinos en su salsa. Café central y regreso al hogar. Para ella el principio de una buena jornada; para mí, el broche final.

la carrera del domingo, el Capitán América y su familia

La verdad sea dicha, no he tenido mucho tiempo de sentarme al teclado estos días. Aprovecho unos minutos de tregua para hacerlo antes que el tiempo arrastre los pequeños detalles a su paso.

Finalmente llegué a tiempo. Estaba atestado de gente dispuesta a ganar. No pude verlo antes del inicio de la prueba. Elena me fue presentando a cada uno de los trocitos del pastel que dan forma su gran familia. Estaba radiante. Fui con ganas de pasarlo bien, sabía que podía ser el último episodio, y de alguna forma no quería que acabase.

Su hermana, un encanto de corazón entreabierto para que te cueles, te sientes y te tomes un té calentito. Hablamos de Pocoyó, de cómo los hijos nos ponen a prueba desde edad temprana, de cómo el capitán América tocaba la flauta travesera y se defendía con los bailes regionales; su cuñado, Fran, me mostró encantado como la niña de sus ojos apoyaba con dulzura las manos en el suelo al escuchar un «preparados…. listos… YA!» y salia disparada a los brazos de su padre. Compartimos risas y anécdotas y Tito se encargó de revelar algunos de los secretos que le había encomendado, como el de nuestro amigo Roca, el cual si no recuerdo mal iba acompañado en su momento de un «esto que te acabo de contar, Tito, esto… a NADIE, ¿estamos…?». No me importó que la historia fuese el postre de sus carcajadas. Nada importó el domingo.

La novia de David me instó a retomar una olvidada carrera como actor frustrado. Le recordaba a un actor de aire divertido y atrevido… De momento era el actor de mis amigos. Una especie de animador sociocultural privado, cutre y desaliñado. Que me perdonen los animadores socioculturales y los de los percebes por el intrusismo. También soporto yo el de los matemáticos en lo mío, que es la tecla y el ratón de plástico.

David me dijo que conocía a alguien clavadito a mí. Confirmé que no tengo hermanos mayores y aparcamos el asunto. Ya está en mi agenda. Dice que tiene un proyecto de una web que ya me contará. Desde luego, puede que su dirección de correo sea de las más originales que haya visto hasta ahora.

David sí que es el clon del banquero de mi barrio aunque no dije nada. Y hablando de banqueros, no puedo dejar de mencionar a Pedro, un chaval que tropezó con el Capitán América aún antes que yo y que era la prueba viviente de que mi reto no era imposible.

La comida se disfruta el doble si se adereza con gente así. La cosa se fue alargando, estirando, dilatando… igualito que un parto. Quiero pensar que no fui demasiado pesado. Me encantó ver sus caras de felicidad, sus sonrisas de porcelana. Me alegra que les haya gustado esto que les dedico y que me lleven en su equipaje allá donde vayan. Les doy las gracias por la acogida, por dejarme entrar en sus vidas, por el bizcocho relleno de crema y por su forma de ser. Que extraña y placentera sensación la de la leche caliente en casa de mis ídolos y su familia.

Tenía la cena de empresa a las siete de la tarde y la carrera era a las doce de la mañana. Llegué media hora tarde a casa de mi compañero y con esto podría resumirlo todo. Me encantó el nesquik y la decoración con mosaico de espejos; verles alrededor de la mesa, escuchar sus historias, aburrirles con las mías; estar allí para contarlo y retratar sus vidas con mi objetivo.

21 de diciembre, domingo inolvidable. este año la cabalgata de reyes va a tener que estar muy pero que muy bien para mejorar esto.

La carrera

Dentro de un rato empezará la carrera. Intentaré estar a tiempo. Seguro que el último día todo va sobre ruedas. Seguro que me llevo el mejor recuerdo y el Pulitzer. Espero encontrarme allí con mis amigos, verles y reir de las tonterías del domingo por la mañana.

Me voy que no llego, jejeje…

Lo mejor de este año…

Cada día escribimos una página de nuestras vidas. A veces escribimos estas páginas en nuestro diario, en un blog, o simplemente en nuestra memoria.

Tito

Ayer escribí uno de los mejores capítulos. Hubo brindis, hubo risas, he de reconocer que me encanta hacerles reír, el resonar de su alegría fluyendo por sus gargantas, cómo se inclinan hacia atrás manteniendo el equilibrio, el brillo en sus ojos. Hubo abrazos y buenos deseos. Les tuve un buen rato a la orilla de un lago invisible cuando ya no había Sol. Aguantaron bien el frío y mi conversación. Estoy contento porque les dije muchas de las cosas que quería decirles. Noté como sus corazones se hacían grandes y sentí estar dentro.
Me encanta la música y sé perfectamente que canción pondría a este momento. Aún me queda una pregunta que hacerles. Aún he de confesarles algo. Aún tienen que leer estas palabras fruto de la alegría y la admiración.
La carta a los Reyes Magos yace en varios fragmentos en la papelera de mi habitación. No sé el motivo, pero este año no necesitaron cumplir el protocolo de carta y fecha señalados. En nuestro caso vinieron antes del verano, sin que pudiésemos darnos cuenta. Este año no hubo que poner pilas a los regalos, ni desenvolverlos, no hubo instrucciones complicadas ni nombres impronunciables. Imagino que si los hubiesen envuelto, se habrían asfixiado por no poder inspirar. Estos Reyes están en todo…
Me encanta comprobar cómo hay personas que sonríen y que hacen lo que hacen con verdadero interés. En un país donde todos se lo quieren llevar muerto, donde no importa el cómo si no el cuánto, aún quedan personas que llevan una sonrisa y esfuerzo allí donde pisan.
Lo mejor de este año tiene nombre y apellidos. Usan ropa, oxígeno, cumplen horarios, comen, ríen, lloran, sienten… … dos ángeles disfrazados de personas era lo que encestábamos todos. Les deseo mucha suerte, toda la que se pueda desear.
¡Adiós Atletas!

Tito y Elena o Elena y Tito

prologo…
Hay personas que guardan en su interior regalos que hacen más fácil lo cotidiano de nuestras vidas. A veces nosotros mismos albergamos en nuestro interior trocitos de felicidad recíproca. Nos hacen especiales en mayor o menor medida. A veces notas su presencia y otras veces pasan inadvertidas. Tan inadvertidas que notas que eran especiales cuando ya sólo la ausencia viste sus nombres. No sabría crear un manual para que todo el mundo las encontrase. Sencillamente aparecen. Sin esperarlo, sin preverlo, sin planificarlo.

Siempre he procurado atraer a mi alrededor a personas que, por poco que fuese, tuviesen regalos en su corazón. Este tipo en la especie, también tiene huecos que completamos sin darnos cuenta cuando están cerca. Es como si cada uno portase un tablón invisible donde cada uno deja pequeñas dedicatorias sin darse cuenta de ello. Pasan los meses y el tablón está lleno de ellas.

Elena y Tito se llevaron mi corazón y me lo devolvieron restaurado. Solucionaron muchos de los problemas que se describen en el libro de matemáticas de mi vida. Puedo decir que junto a ellos los problemas desaparecen. Me han animado a seguir, a no rendirme, recomendado hábitos saludables, me han dado las pistas para guardar el equilibrio ante el abismo. Palmaditas en el hombro, palabras de ánimo, gritos de aliento. Hasta unos ejercicios para reparar el error evolutivo al que alguien bautizó rodilla en un alarde de ingenio. No se cansan de repetir mi nombre animándome a no parar. Trato especial sería un resumen bastante acertado. Se han interesado, se han preocupado y se lo agradezco. Profesionalidad bajo la piel de estos chicos. Tito cuenta conmigo entre sus planes de ir a correr por las tardes en un futuro próximo. Yo cuento con su amistad de antemano y sin previo aviso.

Si tuviesemos nueve años y el escenario fuese un parque en verano, podríamos estar hablando de amigos para siempre. No creo estar exagerando (y mira que soy exagerado) cuando digo que son importantes en mi vida. Dos velas de esperanza en el interior de un laberinto sin salida es la parte poética de todo esto. No hace falta mucho para dar todo. No necesitamos materializar para palpar. Basta un instante para apreciar algo bueno en alguien.

la anecdota…
Recuerdo el día en que estirábamos después del ejercicio y Elena nos indicó que levantásemos las manos en el aire. Dibujó una pistola con su índice y nos disparó a quemarropa. Risas en lugar de sangre o heridos. Que grande eres Elena.

la víspera…
La cena del gimnasio se suspendió sin mayor explicación que la que podamos dar a lo inevitable. Intenté arrastrarles a una cena privada, algo más personal pero no hubo respuesta. Ahora entiendo el por qué.

Ayer hice pereza para bajar a repasar las cuentas con Tito. En aquellas colchonetas donde una cuenta atrás puede estancarse indefinidamente en un seis infernal había derramado gotitas de sudor desde hace unos meses. Llegué tarde y no noté nada en el aire. Después unos ejercicios de rodilla y a la bici con el recién estrenado uniforme, eso sí, todavía sin herraduras. Al terminar la clase, Elena tenía reservado una jarra llena de agua fría de verdad. Dijo que era la última, que había sido un placer y que se tenía que marchar. Intenté en vano asociarlo al día de los santos inocentes, dado el mes que corre. Ella confirmó que hoy no era ese día. Tenía que tratarse de una broma. No podía ser cierto. Tenía ganas de llorar, lo admito. Siempre hago alguna broma para que la risa calme al llanto. Una dirección de correo y un hasta mañana.

Al salir del gimnasio busqué la soledad de un banco en la plaza y lloré como si tuviese nueve años, igual que lo hago ahora al escribir estas lineas. Estoy triste porque tal vez apreté demasiado fuerte. Triste porque son demasiado valiosos para mí y no lo saben. No lo intuyen. He disfrutado ante su cara de perplejidad y sus risas por mis comentarios a tiempo o destiempo (según se mire). Sólo tengo palabras de agradecimiento y buenos deseos, los mejores si cabe.

Hoy iré al brindis por la tarde. El domingo hay carrera en Aranjuez y me han dicho que me acerque. Tiraré algunas fotos. Quiero darles un abrazo para que lo guarden en su equipaje. :'(

deseos…
Espero que Tito encuentre lo que busca en el desierto de Marruecos. Espero que llegue a tiempo el día de su boda y que el sol brille ese día y el resto. Espero que la felicidad sea su tercer apellido, que Elena sea paciente con las ilusiones de Tito y que Tito no deje escapar a Elena. Ah! y que te saquen tu lado bueno para el calendario 2009, campeón!!!

Pocas cosas me quitan el sueño. Esta es una de ellas. Gracias a los dos por estos meses inolvidables. Gracias es una palabra demasiado corta pero en castellano no hay muchas alternativas más. Muchas gracias chicos. Os quiero. Y no os preocupéis, no voy a intentar suicidarme, jejejejeje…

La dama de hierro

Nunca pensé que la vitalidad de un dibujo manga pudiese aplicarse a un ser humano. Nunca hasta el otro día. Velocidad y energía en estado puro. El conejo de Duracell ha encontrado competidora.

Me puse más cerca. Buscaba la comodidad de una máquina de guerra más grande. Pude contemplar los detalles de su movimiento, su gesto y su vitalidad.

Es curioso cómo el ser humano curiosea por los misterios y secretos de un desconocido.

Rondaba la treintena, a mi parecer. No me sorprendería si fuesen menos, porque aparenta menos, la verdad sea dicha. Flores y plantas nacían mágicas a su paso. Increíble.

Ajustó sus anclajes automáticos, sin dudar, sin mirar. No dio tregua al descanso, todo tras aquella sonrisa firme y cortante. El dolor y el cansancio no tenían cabida al comprobar que aún sonreía. Sus ojos de felino destacaban en la máscara de piel pulida que conformaba su tez. Largas pestañas y dos cejas bien dibujadas flanqueaban sus ojos redondos. Su nariz afilada, su perfecta dentadura, sus cuidadas manos, el brillo de su cabello oscuro evocaban en mí tiempos antiguos. Una Cleopatra escapada de Egipto para nuestro deleite. Marcas de un pasado de princesa se adivinaban en los lóbulos de sus orejas, y aún dos anillos adornaban sus dedos. Oro y plata, la luna y el Sol. Nuestra Juana de Arco particular. La mujer del capitán américa del que hablaré otro día.

La armadura se adhería a su cuerpo en un ejercicio de sincronía perfecto. Su velocidad, su fuerza, su potencia y resistencia era admirable. La guía perfecta para cruzar un desierto infinito, cien océanos desbocados por un viento que no da tregua a un navío que zozobra entre el rugir de olas traídas del mismísimo infierno. No había bosque tenebroso, valle encantado o cima más alta. No para ella y su batallón.

Los problemas desaparecen cuando está cerca.

Elena de Arco… imaginar que en otros tiempos daba muerte a dragones con su espada de cristal me anima a continuar. Pensar que seguro que puede correr por el agua sin mojarse. Desdibujar su sexo en pro de una divinidad antigua y olvidada. Seguro que hasta puede leer la mente. Me concentraré en dejarla en blanco para que no pueda adivinar nada. Le devolveré todas las sonrisas que pueda para no ser descubierto.

Así es la dama de hierro; adorable, admirable, incansable y agotadora al mismo tiempo. Y su sonrisa, de las que no se olvidan después de un verano. Acero de Toledo, chavales, acero de Toledo.

CorreeeEEEeeEEEee…!!!